A vueltas con la Iglesia

En este recopilatorio se respira a un Manel especialmente intenso... ¿lo compartes, o ni más ni menos que cuando te enfrentas a otros temas, a otros poderes fácticos?
Puede ser que el carácter monotemático del libro, que habla de Iglesia en todas y cada una de sus páginas, le acabe añadiendo un plus de intensidad. O que, al tener las religiones un importante componente emocional, también esto se transmita a las viñetas. En cualquier caso, no soy consciente de que cuando la Iglesia era el tema del día en el periódico me pusiera, de repente, más irreverente o malintencionado de lo habitual.

La Iglesia frente a la ordenación de las mujeres como sacerdotes, la sexualidad, la familia, el aborto, la educación, la política, los casos de pederastia, la anticoncepción, la blasfemia, el pecado... ¿No te has dejado nada?
Seguro que sí, porque la Iglesia participa de un generoso abanico de actividades que abarca casi todo lo que es humano, por encima incluso de lo divino. Aquí está, básicamente, lo que ha sido noticia en estos últimos años: aborto, educación, financiación, etc., pero también esa otra vertiente, digamos, más pintoresca, que se refleja en ciertos ritos y viajes de gran impacto mediático.

¿Qué papel juega a tu juicio la iglesia católica en el actual estado, cuando menos gris, de la cosa pública?
El problema de la Iglesia, el que recorre todo el libro entre líneas, es cuando ésta se inmiscuye en la vida política del país, lo cual se acaba traduciendo fácilmente en legislaciones retrógradas y, sobre todo, en beneficios económicos difícilmente justificables. Que a estas alturas aún no se haya podido separar limpiamente lo que es Iglesia y lo que es Estado es un atraso, sin más.

Desahucios crecientes, familias sin ingresos por millones, la misma Cáritas desbordada... Ante semejante panorama alentador, da la sensación de que la jerarquía española dice amén a la política gubernamental de recortes sociales, en el sentido de que no dice ni pío, ni siquiera una leve crítica...
Y si la hacen, es sin trascendencia. A lo mejor, si se les convenciera de que los recortes son fruto de la homosexualidad, arremeterían contra ellos con mayor despliegue de medios... En cualquier caso, esta actitud les conviene, porque cambian los regímenes, cambian los partidos en el poder, y siguen ahí como si la cosa no fuera con ellos, a pleno rendimiento.

“Un enorme parque temático”

Hay un extenso capítulo dedicado a la visita del actual Papa a España... Con la distancia que da el paso del tiempo a más de un año vista, ¿qué reflexión te asalta a día de hoy sobre aquello?
Bueno, aquello fue un festival, y como tal se trata en el libro. Un bendito verano en el que aproveché para colar algunas viñetas de humor más costumbrista, o más gamberro si se daba la ocasión, pero con la intención, por encima de todo, de perder un poco el respeto a algo que estaba convirtiendo al país en un enorme parque temático. En fin, es el tipo de evento que nos gusta: mediáticamente apabullante, gran gasto público, no se cumplieron las expectativas en lo que se ganó con ello. Nos suele pasar.

¿A ti qué te dice Benedicto XVI? ¿Ves diferencias con respecto a Juan Pablo II, un Papa tan mediático como alejado de tesis progresistas?
No sé si atreverme a responder a algo así. Quizás a Juan Pablo II le teníamos más presente en los telediarios, pero vaya, es que sus últimos años también fueron de hacérselo mirar. En comparación, cualquier Papa posterior viene a ser más discreto. Por lo demás, hombre, progresista no parece el de ahora. Quizás más político. Es una impresión, ojo.

Al hilo del debate abierto sobre el humor de actualidad en la prensa, sobre su oportunidad, su necesidad... ¿Qué función crees que bajo tu punto de vista juega en la sociedad occidental, y concretamente en la nuestra, la sátira humorística?
Entre otras, creo que amplía cauces. El ejemplo más claro es la película La vida de Brian, que en su momento fue un escándalo absoluto y hoy se puede pasar a cualquier hora por la tele. Cualquier tabú, es, al final, una convención e incluso, una vez roto, puedes acabar viendo que era una chorrada y pasar a otras cosas más serias. La sátira suele ayudar a acelerar este proceso.

¿Consideras que hay algún límite sobre lo que puede ser objeto de risa?
El que se marque el propio autor, cada uno el suyo. Si el límite lo marca la ley, la religión o el director del periódico, entonces habrá que hablarlo. Si es que se puede.

Asumiendo el mérito de la labor desarrollada por El Jueves, semanario que llegaste a dirigir, y desde hace unos meses por Mongolia, uno mira no obstante con cierta envidia el trabajo de disección de la realidad y también investigación que desde el ámbito del periodismo satírico realizan al otro lado de los Pirineos cabeceras como el casi centenario Le Canard Enchainé o también Charlie Hebdo, entre otras publicaciones.
Charlie o Le Canard son modelos distintos a los que citas porque, por un lado, son mucho más periodísticos y, por otro, son de una militancia mucho más estricta. En cualquier caso, envidio menos esas publicaciones que el país que las acoge, donde la libertad de prensa y el laicismo es algo sagrado, fuera de duda, donde se te defiende no por lo que hayas hecho, sino por el derecho que tenías a hacerlo. Que bueno, son matices, pero no dejan de tener su importancia...