Así empezó todo
Café Budapest es tu tarjeta de presentación en España pero no es tu primera obra. ¿Cuál ha sido tu recorrido hasta ahora?
Muy corto. Soy profesional gráfico desde hace prácticamente cuatro años, y dedico la mayor parte de mi tiempo a la ilustración infantil. He publicado dos álbumes en Francia con Paquet (La guerre du professeur Bertenev y el colectivo Un jour de mai), y ésta es mi ópera prima en castellano. Así que en realidad no tengo mucho recorrido, el verdadero camino comienza ahora.
Tus anteriores obras se han publicado en el formato de álbum tradicional mientras que, Café Budapest ha adoptado el formato de novela gráfica. ¿Qué ventajas e inconvenientes ves en cada formato?
El álbum tradicional es más vistoso y comercial, llama más la atención y cautiva a los lectores más pequeños. También necesita más tiempo si uno es su propio colorista, y alarga mucho el proceso. La novela gráfica está más desnuda y me causa más vértigo. Lo que dibujo en el tablero, retoques digitales aparte, es lo que va a ver el lector. Ya no tengo la posibilidad de enmascarar nada con colores llamativos, cielos cambiantes o degradados. El lector tendrá que imaginar el resto. Supongo que cada historia tiene su propio estilo, pero estoy comodísimo en el formato de novela gráfica.
En un momento en el que el lector tiene fácil acceso a historietas de procedencias tan diversas como Francia, EE.UU. o Japón. ¿Cuáles han sido tus influencias?
Mis apetencias se inclinan básicamente por la BD franco belga, por cuestiones de gusto y afinidad. Durante mucho tiempo cometí el error de encasillar a japoneses y americanos en el terreno del manga mareante y los superhéroes enfundados en lycra, pero me estoy redimiendo ahora; Javier Cuervo me ha descubierto a Taniguchi y USA exporta fantásticos contadores de historias. Ya no me permito seleccionar las lecturas en función de su origen geográfico.
¿Cuál es el origen de Café Budapest? ¿Por qué has elegido este periodo histórico?
Porque el palestino-israelí es un conflicto que no me deja indiferente, por su extrema complejidad y por la evolución que ha sufrido a lo largo de los años. Un día veo una noticia en televisión, otro día leo el titular de un periódico, después un par de libros… Y al final hago una novela gráfica, un “así empezó todo…” de manera casi inconsciente.
Leyendo la prensa se diría que la situación no ha cambiado mucho desde la época que cuentas en el libro hasta la actualidad. ¿Has tratado de reflejar este paralelismo en tu historia?
Ha cambiado en el sentido de que los oprimidos de ayer se han convertido en los opresores de hoy, y los fanáticos que querían borrar del mapa a los judíos han visto reducidas sus parcelas de poder a zonas semiautónomas. Que la situación se iguale o desequilibre el día de mañana es indiferente, porque eso siempre conlleva un alto coste de vidas, y no conducirá a ninguna solución. Así que soy muy pesimista a este respecto. Yo mismo quizá hubiera hecho lo mismo que mis personajes. Quizá me hubiera marchado de allí.
Tu anterior álbum La guerre du professeur Bertenev está ambientado durante la guerra de Crimea. ¿Es una casualidad o tienes un interés especial en el género histórico?
Yo me deslizo mejor en el género histórico, me gusta imaginarme otros lugares en otras épocas. Esta guerra resultaba un escenario bastante insólito para un cómic, perfecto para mí que empezaba en bruto con un álbum largo y quería contar una historia sobre un conflicto absurdo. En Francia la crítica se mostró bastante sorprendida a este respecto, y me concedió el dudoso honor de ser el primer dibujante que hace un tebeo sobre la guerra de Crimea. Sin embargo, puse el escenario al servicio de la historia, y en general gustó mucho, aunque me haya quedado la etiqueta de friki.
Aparte de los personajes históricos, ¿te has inspirando en algún caso en personajes o historias reales para crear los protagonistas de Café Budapest?
Cogí un libro magnífico de Dominique Lapierre y Larry Collins, Oh Jerusalem, y de él extraje la mayor parte de documentación histórica sobre el conflicto. Reales son las historias de un dentista árabe que vivía en Katamon y perdió a toda su familia en un ataque de la milicia hebrea, de una explosión en el edificio de un periódico judío, el Palestine Post, donde murieron varios periodistas, de los soldados británicos que desertaron en el 48 para unirse a la Haganah o de las auténticas masacres en la boda de Deir Yassin o el autobús camino del hospital. Así que si a alguien le parece que el álbum exagera con las historias, esta parte queda fuera de mi imaginación.
La situación actual del conflicto entre árabes y judíos hace que parezca improbable una relación como la de Chaskel y Yaiza, un judío y una musulmana, así que en la época en la que transcurre la historia debía de ser más difícil aún ¿no?
La existencia de un personaje como Yaiza en la época y lugar en el que lo sitúo en el álbum es imposible. Que una joven como ella se quedara huérfana y se convirtiera en cabeza de familia, con unos planteamientos de vida respecto a la religión o el sexo como los suyos resulta bastante descabellado. Pero a mí me viene muy bien para contar mi historia, y me encanta Yaiza tal y como la he imaginado. Con todo, pienso que, aunque no muy probable, siempre es posible que dos personas que tengan religiones, ideologías o formas de vida opuestas se enamoren. Es un topicazo casposo, pero el amor no tiene barreras.
Aparte de las influencias del mundo del cómic, ¿Cuáles son tus lecturas preferidas? ¿Qué escritores te han marcado más?
Tengo una dieta literaria variada, dependiendo de la época o los intereses. Soy devorador de los clásicos. Me encantan Tolstoi, Gorki, Dostoievski. Más al oeste Stendhal, Zola, Victor Hugo. Tambien Dickens, Joyce, Poe, Melville… También tengo debilidad por la novela negra de espías tipo Frederick Forsyth o John Le Carré. Últimamente me decanto más por los ensayos históricos, pero básicamente leo un poco de todo. Picoteo por allí, por allá, le robo un libro interesante a un amigo o a mi mujer…
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Ahora tengo sobre el tablero una novela gráfica con el escritor irlandés James Joyce como protagonista, además de otros proyectos aparcados. Pero Joyce se ha incrustado en el centro de mi trabajo estos últimos meses. Tengo el portátil y la Moleskine echando humo, así que espero saldrá algo bonito e interesante de todo esto.