Hipertecnología y nostalgia de épocas remotas

En toda su obra están las temáticas del paso del tiempo, de la degeneración física, ¿son temas importantes para usted?
El paso del tiempo, claramente. Al principio pensaba que sólo era una preocupación a nivel narrativo. Es el tema central de varias historias cortas mías, y siempre me ha gustado jugar con los flashback, las elipsis y las dilataciones para dinamizar una historia. Y es muy interesante tratar esa cuestión en cómic, un medio que impone un mecanismo de lectura particular. Pero con el tiempo (pues sí…), no me queda más remedio que constatar que este tema también me preocupa en mi relación con el mundo y con la vida. Mis hijos crecen, cambian, mi cuerpo cambia, mis padres envejecen; la evolución de las relaciones filiales, el abandono de los sueños de juventud, el desgaste de la capacitad para maravillarse, la vida de pareja a largo plazo, todas estas cuestiones están cada vez más presentes en mis libros. Aama es un intento de integrar todos estos temas en un verdadero relato de aventuras exaltante.

¿Cuáles han sido sus influencias para crear Aama?
En el fondo, seguramente estén mis lecturas de infancia, así como las grandes películas de ciencia ficción que todo el mundo conoce. También libros que descubrí más adelante: Bradbury, Aldiss, y mucho Stefan Wul, cuyo universo poético atípico se acerca más a la pura ensoñación que al discurso marcial fascistizante que se encuentra a menudo en la ciencia ficción anglosajona. Pero en realidad, me atrae más concretamente la novela de aventuras clásica, los relatos de aventureros del siglo XIX y de principios del siglo XX. Los nombres de los dos personajes principales vienen de un libro de Conrad, por ejemplo. Y al mismo tiempo, he intentado concebir un universo de ciencia ficción inspirándome en fuentes gráficas inesperadas, como el arte contemporáneo o la pintura del siglo XVII. Muchos personajes, trajes o ambientes luminosos de Aama vienen de cuadros clásicos. También están los viajes, claro. Aama es un relato de viaje. Me gusta que el protagonista esté en movimiento, busque algo, eso le da un formidable motor a la lectura. Hace un año me fui a Egipto para encontrar ese tipo de energía y nutrir el libro.

¿Sabe de cuántos volúmenes constará la serie?
No, dependerá de muchas cosas. Pero el primer volumen empieza por el final. O por “un” final, para ser más preciso. Pienso que necesitaré tres tomos de 84 páginas para desembocar en ese final del principio, para cerrar el círculo. Todavía no me hago una idea de la amplitud de lo que está más allá de ese círculo. Puedo terminar todo en un cuarto tomo, pero si la serie gusta y si me divierto como lo espero, es posible que esos tres primeros tomos sólo sean una introducción a una saga muy amplia de diez tomos. No me apetece darle la vuelta a los códigos de la aventura de ciencia ficción como en Lupus, quiero hacerlo a fondo, asumir la aventura épica y las peripecias novelescas.

Alterna relatos en color y en blanco y negro, ¿qué le ha llevado a poner Aama en color?
Lupus era una especie de anti relato de aventuras, que le daba la vuelta a los códigos de ciencia ficción como a un calcetín. Tenía que ser en blanco y negro. Lupus es casi la otra cara de la moneda de Aama. Para mí, la ciencia ficción es un género a color, incluso en literatura. Y no quería poner pegas a nada, quería asumirlo todo para dar aire y amplitud. Los dibujos también son mucho más precisos, los originales mucho más grandes. Quería volver a encontrar ese regocijo puramente gráfico que sentía de niño al leer Métal Hurlant. Aama es una historia para leer, pero también un libro para mirar, quiero que uno pueda pararse en las viñetas y ponerse a fantasear, que apetezca perderse en los decorados que atraviesan los personajes, y quedarse con ellos.