Sin miedo a los géneros
Eres un autor temáticamente versátil donde los haya… Parece que no hay género con el que te sientas incómodo. ¿Por qué ahora esta elección? ¿Tienes especial querencia por el western?
Era una historia, o más bien unos personajes, que tenía rondando por mi cabeza desde hace muchos años. Me gusta bastante el western y tenía ganas de hacer algo así. Lo único que me podía echar para atrás era que se trata de un género prácticamente inexistente en el comic actual de nuestro país.
De todos modos también quería hacer algo sin pensar en la acogida que pudiese tener. Tampoco es que escogiese un western para ir a contracorriente, más bien lo hacía para mí mismo y lo disfruté bastante.
Por otro lado, la verdad es que aparte del género, yo no veo que sea tan diferente de los libros anteriores, ya que se trata básicamente de una aventura en la naturaleza, algo que más o menos también eran El hijo, Sudd o Sólo para gigantes.
Sin embargo, mi intención sí que es poder hacer cosas diferentes en un futuro; creo que también es interesante probar otras cosas, incluso radicalmente diferentes, para enriquecerse. Lo malo es que, como en todo, muchas veces es más cómodo para el lector que te repitas en un estilo y en un tipo de historias para que te sitúen más fácilmente y así poderte hacer más o menos conocido.
En Dos espíritus trabajas con un guión poco convencional... Vamos, que sí que aparecen de entrada en la trama elementos recurrentes en el género, pero haces que interactúen algunos de ellos de una manera no muy habitual.
Hay una intención consciente de que así sea para hacerlo un poquito original. Sobre todo en la creación de los personajes, darle algún toque que lo diferenciase del típico western de toda la vida, aunque ya el estilo de dibujo supongo que aporta algo diferente... Pero, por otro lado, no quería caer en eso de hacer la cosa demasiado extraña o surrealista, por eso paralelamente eché mano también de otros personajes típicos del género y también añadí situaciones o momentos épicos que a menudo se repiten en el western y son la base de muchas películas del género.
La historia da cabida a diferentes personajes que reaccionan de manera contundente. El conflicto es parte fundamental del cómic que has creado, con generosas muestras en ocasiones de violencia, no gratuita en tanto que las motivaciones de unos y otros son claras...
No he profundizado mucho en esas cuestiones; para mí los conflictos ocurren por darle un interés a la historia, para que haya una trama. En cuanto a la violencia no estaba en mis planes en un principio, al menos en lo que se refiere a peleas o tiroteos, supongo que uno va cambiando de estados de ánimo y al final la historia te lleva por otros sitios.
Y sufren, hay personajes que sufren mucho...
Sí, como te decía la historia al principio se centraba mucho más en el sufrimiento; el vacío, la muerte, la soledad… con esos personajes perdidos, desligados de su tierra y de su cultura, como en un limbo... Pero si tal y como es ahora el cómic ya adviertes ese sufrimiento en los personajes, me imagino que más de lo mismo hubiese resultado un coñazo.
Quizá estaba más angustiado cuando empecé la historia y luego, como decía, mi estado de ánimo cambió. De hecho en la historia también hay humor, y hay justicia y esperanza para algunos personajes muy importantes.
CONVOCANDO A LOS BERDACHES
Incides en un tema no muy conocido como el de los “berdaches”, los indios que asumían tareas de género tanto masculinas como femeninas en numerosas tribus amerindias...
Ese personaje lo tenía en mente desde hace muchos años, cuando leí una sinopsis del libro El hombre que se enamoró de la luna, de Tom Spanbauer. Mucho más tarde leí el libro para asegurarme que no tenía nada que ver ese personaje con el mío. También recordaba a otro “berdache” que vi de niño en la película Pequeño gran hombre que actuaba de manera afeminada y nunca acabé de entender si estaba basado en algo real.
En el comic se explica que en verdad “berdache” o “berdaje” es una palabra despectiva que significa prostituto, (lo mismo pasa con el otro personaje, al que llamaríamos “lapón”, de Laponia, que significa pordiosero o andrajoso y en Escandinavia nadie les llama así) y actualmente los “berdajes” son llamados Dos espiritus”. Obviamente aquí no es una denominación muy conocida y me sonaba bien para el título, y al mismo tiempo que tiene otras lecturas o significados referentes a los personajes.
Me parecía muy interesante que exista una cultura que, contrariamente al mundo occidental, alabaran a los hombres y mujeres travestidos o no heterosexuales como seres superiores. Y el doble sufrimiento que para esos personajes podría suponer el colonialismo y el fin de esa cultura. Sin embargo el personaje del libro no tiene recuerdos de su vida en la tribu por lo que ya vive desde niño en una especie de limbo.
Este cómic no se centra especialmente en el tema de los “berdaches”, pero no cabe duda de que eso merecería una novela gráfica aparte.
En el proceso de documentación y de armar la trama, ¿has tenido en cuenta algún referente literario o cinematográfico?
Mientras imaginaba la historia estuve leyendo el libro Lonesome Dove, de Larry Mc Murtry, y viendo la serie que protagonizaban Robert Duvall y Tommy Lee Jones. Para mí son una maravilla de libro y de serie. Aquí no son muy conocidos pero en Estados Unidos tanto la serie como el libro son casi una religión.
Directamente creo que Dos espíritus no tiene absolutamente nada que ver, pero seguramente algo tiene que haber influido.
Las otras influencias conscientes eran, sobre todo, Jeremiah Johnson, de Sydney Pollack, y para algunas imágenes del pueblo y la atmosfera eché mano de un precioso western de Robert Altman que se llama McCabe y Mrs Miller. Aparte de esto supongo que me han influido todos los westerns que me gustan, que son bastantes.
Viendo tu trayectoria, se percibe cierto gusto tuyo por reproducir con tus aguadas espacios abiertos de lo más diversos, ya puede ser el alto Nilo, el Hindu Kush paquistaní o, como ahora, los parajes helados el norte de EE.UU...
La verdad es que me siento más cómodo con los paisajes naturales y con el contraste y la sensación de desamparo que provocan en los pequeños personajes humanos. Hace poco descubrí la pintura de Caspar David Friedrich y me di cuenta de que básicamente repite siempre eso mismo. Ni siquiera conocía su pintura cuando hice la portada de Sólo para gigantes y parece directamente copiada de un cuadro suyo.
Aparte de esto, sí que me interesa, por lo mismo que decía al principio de la entrevista,
realizar alguna historia que transcurra por ejemplo en una ciudad. Para no repetirme siempre con lo mismo, vaya...
A la hora de narrar, en Dos espíritus no pareces muy amigo de los textos de apoyo. ¿Te lo pedía el propio cómic que así fuera?
En mis anteriores trabajos, al ser adaptaciones de novelas no podía evitar el que hubiese mucha densidad de textos y me apetecía probar lo contrario. Como en esos comics he dejado claro, no tengo nada en contra de que haya mucho texto, y eso a mucha gente acostumbrada a leer les gusta porque les llena más tiempo, pero sólo me parece bien siempre y cuando sea necesario.
Si la historia lo permite yo creo que si el dibujo está claro y se entiende lo que hacen los personajes, no hace falta nada más. Creo que así se aprovechan más las cualidades del medio. Sin embargo a otros autores les resulta lo contrario. A Frank Miller le quedan muy bien todo esos textos con los pensamientos de los personajes, sin embargo cuando lo adaptaban al cine quedaba un poco ridículo. Se puede ser incluso muy lírico o poético sin usar ninguna vocecilla. Eso muchos directores de cine lo hacen muy bien.
Hace poco leí un comic bastante antiguo de Tardi, al que admiro mucho, en el que abusaba tanto de los textos que al final parecía un libro ilustrado. Ese es otro peligro en el que se puede caer. Aún así a Tardi todo se le puede perdonar.
Se ve un trabajo claro de seguir ahondando en ampliar la paleta de colores de tus acuarelas que ya desplegaste en Sudd y Sólo para gigantes, tus anteriores trabajos en cómic.
Realmente me gustaría seguir explorando esta técnica y ver a donde más lleva, pero al mismo tiempo tengo muchas ganas de explorar otras técnicas, de trabajar la tinta y el blanco y negro o el color por ordenador... Siguiendo el hilo de lo que comentaba al principio, también me parece interesante cambiar de estilo siempre y cuando sea posible.
Cuando he trabajado como ilustrador de prensa, aprovechaba totalmente la libertad que se me daba para realizar cada día una ilustración completamente distinta tanto de estilo como de técnica. Admiro mucho a ese tipo de ilustradores como Wolf Elbruch o Tomi Ungerer, o en el cómic a Breccia y en España a gente como Federico del barrio o Raúl. Lo difícil supongo que es hacer todas esas cosas y al mismo tiempo poder ser reconocible o identificable como el mismo autor. En todo caso, eso sólo lo podrán decir los demás.