Una fuerza de la naturaleza

Mientras codiriges en 2008 la película Espíritu del bosque te resistes en todo momento a dejar los cómics de lado, ni por un cierto periodo. Más tarde te salen novias para dibujar para EE.UU con guión ajeno..., pero vas y decides encargarte de una obra de 500 páginas largas en dos volúmenes que acabas de terminar: tu apuesta por los tebeos es en toda regla...
Pues sí, tenía que elegir entre ilustrar una obra cuyo guión me gustaba, pero no me volvía loco, o hacer una obra, El héroe, que llevaba meses escribiendo aún sin saber si podría tener salida o no debido a lo ambiciosa que era. Por esa época dejé mi trabajo en la productora y lo que más me apetecía era afrontar de nuevo un proyecto propio, ya que llevaba casi diez años regalándole en el audiovisual mi talento a terceras personas, y veía que era el momento para mí de hacer algo así; poner toda la carne en el asador y apostar por algo como El héroe, una obra que me haría crecer como autor, creada y editada desde aquí con idea de poder exportarla al exterior. Y visto ahora, con la obra terminada a las espaldas, creo que la apuesta no ha sido en vano.
No descarto en un futuro trabajar con guionista, para EE.UU. o dónde sea, pero ahora hacer esto era lo que me pedía el cuerpo y no me arrepiento en absoluto. Tras terminar El héroe me siento mucho más seguro a la hora de afrontar cualquier nuevo proyecto que pueda venir en un futuro cercano.

¿Cuándo y por qué decides revisitar un personaje clásico como Heracles, el primer superhéroe, según has apuntado ya en alguna ocasión?
Porque me apetecía dar mi visión sobre el mundo de los superhéroes. Siempre me han gustado, aprendí a leer con ellos, pero ya desde hace años, salvo contadas excepciones, me aburren soberanamente, y creo que iba siendo hora de que alguien pegara un puñetazo sobre la mesa e intentara recuperar ese sentido de la maravilla que para mí se está perdiendo en los tebeos de superhéroes actuales.
Para ello pensé que lo mejor era volver a la esencia, a la representación más pura de lo que es o debe ser un superhéroe, y a mi entender eso es lo que representa Heracles, él es el molde primigenio de los actuales superhéroes, de hecho Superman no deja de ser, en sus orígenes, una versión modernizada y judía de Heracles.
Por ello, con el molde primigenio, universal, de protagonista, y las ganas de recuperar ese “sense of wonder” que inundaban los tebeos que más me gustan de este género, –los de Jack Kirby, Jim Steranko, John Romita, Gil Kane...– pero al tiempo evitando en todo momento hacer un ejercicio de nostalgia, mi intención con esta obra nunca ha sido, ni es, hacer un tebeo “como los de antes”, todo lo contrario, lo que he intentado es coger todos esos ingredientes puros y liberarlos del corsé que poseen debido a que no dejan de ser “material industrial”, quedarme con la esencia y llevarla a otro terreno, aprovechando la libertad de formato y temática que me brinda la novela gráfica. Con El héroe mi intención siempre ha sido hacer un tebeo del siglo XXI, de ahora o de pasado mañana, que mira hacia el pasado para aprender de él, no para emularlo, e intentar llevar ese aprendizaje unos peldaños más allá.

Lo que en principio iba a ser Olimpus se parece finalmente muy poco a lo que, fruto de una ambición y complejidad crecientes, ha resultado ser El héroe en extensión, formato, contenido...
Si, cierto. Cuando comencé a escribir la obra partí del trabajo previo que había realizado para la revista Humo, en dónde también tocaba temas “grecolatinos”, pero enseguida vi que esto no podía ser un capítulo más, la propia obra me fue guiando y llevando por terrenos que en un principio ni yo me había planteado, por ello finalmente se convirtió en lo que es; el trabajo más ambicioso que he realizado hasta la fecha, una obra que ha sabido imponerse a la idea de partida original, ganar terreno y conseguir voz propia por sí misma.

Aunque ya en la primera entrega de El héroe te permitías a lo largo de sus 280 páginas licencias con las que hacías tuyas las 12 pruebas de Heracles, en El héroe 2 ya te tiras de cabeza a bucear libremente en las posibilidades de guión que te ofrece...
Siempre me tomé la leyenda de las 12 pruebas de Heracles como un material de partida, un cimiento sobre el cual construir algo nuevo. Mi intención fue llevarlo a mi terreno. Escribí el guión de la obra sin tener en cuenta que se partiría en dos volúmenes, pensando en que el lector lo leería de un tirón, de principio a fin, en un solo volumen, por ello la estructura es de un crescendo continuo, cada capítulo tenía que aportar algo nuevo al personaje y a su mitología, llevarlo por caminos diferentes, no repetir esquemas, cada capítulo debía aportar, ser un más difícil todavía.
Al final el hecho de que la obra salga partida en dos volúmenes creo que la ha beneficiado, ya que el volumen uno se cierra en un punto de inflexión muy potente que da pistas y deja el terreno preparado para lo que vendrá en el tomo dos; el hecho de partir la lectura, incluso de crear un tiempo de espera para el lector entre un volumen y otro, le da un mayor sentido a lo que cuenta la obra, potencia su argumento y las ideas que contiene, ya que el tomo dos, pese a seguir la senda del uno y formar un todo único, con este sí que va por derroteros diferentes, mucho más complejos.

De la misma manera, se percibe bien diáfano tu amor por el medio –por apoyar autores noveles que te parecen dotados de talento, haberle dedicado mucho tiempo a proyectos colectivos como Polaquia o a intentar aportar lo que está en tu mano para dar visibilidad al cómic entre la sociedad en general–, tu afán de superación obra a obra –El circo del desaliento, La tetería del oso malayo, Cuaderno de tormentas... – queda del todo patente. Asumes el riesgo de moverte por la cuerda floja evitando la repetición de las mismas soluciones narrativas y gráficas que ya te habían funcionado con anterioridad...
Soy de los que piensan que el “más de lo mismo” no aporta nada, y que si tú te aburres haciendo tu trabajo es posible que los lectores se aburran también. Y yo no quiero eso. Siempre he intentado que mis cómics, sea cual sea su argumento o el enfoque que yo le dé, que es distinto en cada obra, sean, ante todo, entretenidos, que la gente que los lea pase un buen rato, les aporte algo a sus vidas.
La tetería del oso malayo fue un libro que funcionó muy bien tanto en España como fuera, de hecho aún se vende a día de hoy. Podría haberme quedado en esa fórmula. Era lo que mucha gente esperaba de mí, de hecho, incluso lo que muchos lectores demandaban. Pero pese a ello, o igual justamente por ello, por ese miedo a quedarme atascado en una fórmula que ya controlaba y de demostrado éxito, decidí que mi siguiente libro fuera algo bien diferente, incluso totalmente opuesto, y surgió Cuaderno de tormentas, algo que fue muy celebrado por algunos y en cambio desconcertó a otros, pero a mí me aportó mucho como autor y me demostró que no hay que temer el recorrer caminos nuevos. Por ello era de ley que mi siguiente movimiento fuera algo también diferente al anterior; nadie se esperaba que tras un libro como Cuaderno... me lanzara a realizar una novela gráfica en dónde la acción y la aventura son elementos primordiales, protagonistas del relato, y así fue cómo surgió El héroe... ¿Qué será lo siguiente? Algo diferente, desde luego.
Y sí, me preocupa mucho lo que venga detrás, que la rueda no pare de girar, considero que el cómic español está viviendo a nivel creativo su mejor momento y me gustaría pensar en que no va a quedar en un intento, me preocupan los autores que vengan detrás de los que ahora estamos publicando, e intento, en la medida que mis posibilidades lo brindan, hacer lo que esté en mi mano por allanarles el terreno, por infundirles ganas y medios para que puedan dar a conocer su trabajo, crecer y mejorar y convertirse algún día en grandes autores, iguales o mejores que los que ahora estamos publicando somos.

En El héroe llaman la atención un muy pensado trabajo de planificación de cada página y una evolución constante en la utilización de la paleta de colores...
La premisa fue siempre no repetir esquemas, por lo tanto no hay dos escenas de acción iguales, no hay dos soluciones gráficas o argumentales para cerrar una lucha que se repitan. Eso te obliga a planificarlo muy bien todo de antemano, pero por otro lado si algo está demasiado planificado, al milímetro, puede terminar siendo frío, y yo quería todo lo contrario en mi libro, busco la calidez, la sorpresa. Por ello no hice storyboard previo de ninguna de las páginas ni de las escenas de acción, lo que hice fue escribirlas, detallarlas por escrito al milímetro, cada golpe, cada finta, cada contraataque estaba fijado por escrito en el guión, así cuando me puse a dibujar trabajaba sobre una base sólida, pero al tiempo contaba con la libertad y la fuerza que le da a una página el hecho de que la narrativa surja espontanea, al no haber un story previo.
Y con el color lo mismo, para mí el color no es una herramienta ornamental, sino narrativa. No trabajo con paletas de colores preestablecidas, de hecho muchas veces no sé qué color o atmósfera tendrá tal o cual secuencia hasta el momento de ponerme a colorearla. Intento que las gamas cromáticas mostradas vayan en sintonía con las acciones a las que acompañan, con los entornos en dónde estas acciones ocurren, en vez de buscar una gama determinada que se repite a lo largo de la obra. Eso hace que cada secuencia, cada página, sea una sorpresa continua, tanto para mí como para el lector, lo que creo que al final se traduce en una mejora del resultado final de la obra, y potencia mucho más el trabajo previo de dibujo y entintado, de narrativa gráfica que hay en las páginas, en vez de taparlo, que es lo que ocurre en otras ocasiones.

A la hora de ponerte con cada nueva obra, lo das literalmente todo, aún a riesgo de tu propia salud física. Concluir El héroe 1 dejó tu espalda maltrecha, con la consiguiente factura y horas de fisio y natación para recuperarla... Surge la pregunta de si mantienes esa intensidad o te has hecho con algún truco “vital” para que el cuerpo evite hacerte la pregunta de “¿pero tú te das cuenta de cómo me tratas?”
Mantengo la intensidad, pero no soy idiota ni masoquista, terminar El Héroe 1 casi acaba conmigo y no me gustaría repetir la experiencia, por ello ahora me cuido más, voy a nadar y esas cosas, para mantenerme en forma y no volver a joderme la espalda. Y lo he conseguido, creo. El tomo dos ya está terminado y no me ha sorprendido ningún ataque de ciática ni durante su ejecución ni al final de la misma, y cruzo los dedos para que la cosa se mantenga así.

Durante años, se te veía en algún café coruñés volcado literalmente sobre una mesa entintando compulsivamente el cómic que tenías entre manos. Frente a la necesidad de sentir gente a tu alrededor para, de alguna manera, hacer más llevadero el hecho de todo dibujante de crear en soledad frente a la página en blanco, cambiaste desde hace un tiempo de marco público al comenzar a compartir estudio con otros dibujantes. ¿Ese paso ha modificado en cierta medida tu forma de trabajar?
Creo que todo obedece a momentos concretos, a cómo te sientes en cada momento de tu vida. Cuando iba a dibujar y entintar al Café de Macondo, en A Coruña, se debía principalmente a que por aquel entonces yo trabajaba ocho horas en una productora, y al salir de ella si me iba a mi casa me apetecía de todo menos seguir trabajando, en este caso, en los cómics. Ir al café me brindó por un lado el poder cambiar el chip, no me costaba tanto trabajar ahí como en casa, además de que al ser un sitio sin televisión y cuyo hilo musical era siempre de mi agrado (Leonard Cohen, Waits, The Smiths…) hacían que el estar ahí, aunque fuera trabajando, significara un “descanso” en contraposición con las ocho horas que venía de meterme en el cuerpo en la productora. Además me servía para marcarme metas, me decía a mi mismo: “no sales de aquí y vuelves a casa hasta que no termines tres páginas a lápiz”, y al no haber otro tipo de distracción pues siempre conseguía mantener ese ritmo.
A comienzos de 2010 abandoné mi trabajo en la productora y fundé junto con otros autores (José Domingo, Alberto Guitián, Roque Romero y Bernal Prieto) el estudio La Pelu, en un antiguo local de peluquería de señoras que hay en el centro de A Coruña. Estuve dos años allí, hasta hace muy pocos meses, y para mí fue una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido en mi vida como autor de tebeos. Comencé a dibujar el tomo uno de El héroe según nos instalamos allí, y aprendí mucho de mis compañeros de estudio, cada vez que terminaba un capítulo a lápiz se lo pasaba a ellos para que criticaran, detectaran fallos y me ayudaran a mejorar, y lo mismo hacían ellos con sus trabajos, como puede ser el caso de Aventuras de un oficinista japonés, de José Domingo, gracias a ello se creaba una sinergia muy positiva que creo que a todos nos ha hecho mejorar y evolucionar. Además, es cierto que es mucho más divertido trabajar en el mismo espacio con otras personas afines, aunque cada cual trabaje en sus respectivos proyectos.
En La Pelu realicé el tomo uno de El héroe por completo y el 95% del trabajo a lápiz del tomo 2, pero llegando a la recta final del lápiz de dicho tomo me di cuenta de que en mi nuevo piso –a mitad de entrar en el estudio me cambié de piso con mi pareja– tenía una habitación enorme, a la que le da el sol todo el día, y que estaba usando de trastero…¡La habitación más grande de la casa y vivíamos con la puerta cerrada de ella todo el día, como si no existiera!... Así que decidí trasladar mis bártulos de la Pelu y montarme allí mi estudio.
Como decía, todo obedece a momentos concretos, a cómo te sientes en tal o cual época de tu vida, y yo ahora mismo, pese a la genial experiencia de trabajar al lado de esos titanes del cómic y la ilustración durante dos años, el cuerpo, en este 2012, lo que me pedía era estar de nuevo en soledad, tener mi rinconcito, en mi casa, y en ese nuevo estudio terminé de dibujar, entintar y colorear El héroe 2 No sé qué me deparará el futuro, no he dejado la puerta cerrada a volver a la Pelu, de hecho me sigo llevando muy bien con los chavales y nos vemos casi todas las semanas, seguimos manteniendo un diálogo fluido, somos amigos, y sigo pasándoles lo que hago para que me den su opinión, sus críticas. Pero por el momento, ahora mismo, el tener mi estudio propio es lo que me pide el cuerpo.

Muy amigo de tus amigos, del mismo modo que la fama de polemista te precede... Vamos, que no te muerdes la lengua ante cuestiones que te incomodan o consideras injustas: de la administración pública, del mundo del cómic, de la vida en general. Eso no parece ser muy “comercial”, en todo caso, no potencia hacer amistades...
No me considero polemista para nada, simplemente creo que vivimos una época en la cual el tener una actitud crítica no es algo que, por desgracia, se valore positivamente. Veo muchas cosas, tanto en la sociedad, como en la política o en el propio medio al que me dedico, el cómic, que no funcionan bien; veo cosas que me parecen en muchos casos injustas, simplemente manifiesto mi descontento ante ellas, en la mayoría de los casos propongo vías alternativas para que esas cosas que considero que no están bien se subsanen, o al menos que la gente que lea mis opiniones en facebook, twitter o mi propio blog se pare tres minutos a pensar un poco en lo que comento, a analizar tal o cual situación.
Y no creo que haya, o debiera haber, motivo de polémica alguno en brindarle a la gente la oportunidad de cuestionarse ciertas cosas o actitudes, ciertos modus operandi, y en función de ello que decidan tomar una decisión u otra. Sé que parece increíble que se necesite, a estas alturas, presentar y cuestionar tal o cual problema o situación, tenga que ver con los cómics, con la política o con lo que coño sea, a terceras personas para que se paren a pensar en ello, pero solo hay que ver cómo están las cosas, la sociedad hoy en día, para darse uno cuenta de que este tipo de actitudes críticas, incluso duras, son más necesarias que nunca en esta sociedad adormecida en la que vivimos, con este sistema que lo único que pretende y le interesa es que las personas sean como zombis atontados que acuden al cine a ver películas que ya saben que no les van a gustar, pero aún así apoquinan la entrada y le dan de comer a la bestia, que compran tebeos que ni les divierten ni les aportan nada pero los compran igualmente solo porque es la cabecera de tal o cual personaje, o que votan a tal o cual partido político sin pararse en muchas ocasiones a analizar que conlleva eso, tomándose la política como si fuera fútbol o algo así.
No me considero polemista, como decía, pese a que entiendo que, tal y como está el tinglado montado y tal y como educa la sociedad a la gente, lo que en muchas ocasiones diga pueda parecerlo o confundirse con polémica, pero no lo es, la polémica, tal como yo lo entiendo consiste en embarrar, ensuciar, atacar o vilipendiar por el mero hecho de hacerlo, causar daño, destruir, y yo pretendo justo lo contrario, que la gente piense, se cuestione cosas para que dichas cosas mejoren, no permita que le den gato por liebre y, si decide que se lo den, al menos que sea plenamente consciente de que está siendo engañada. Y si tener una actitud crítica y no conformista ante la vida y mi trabajo me va a traer más enemigos, en fin... ¡pues bienvenidos sean!

Tu relación con la animación ha sido durante años muy estrecha –Espíritu del bosque fue una cinta con resultados creativos y de taquilla estimables–, ¿qué queda a día de hoy de tu experiencia creativa en este medio afín pero distinto obviamente al tebeo?
Aprendí muchas cosas trabajando en el cine que luego he usado en mi trabajo como autor de cómic, y viceversa.
Pero a día de hoy, si puedo evitarlo, intento no volver a vincularme a una sola empresa en concreto. Eso no impide que de vez en cuando colabore con tal o cual productora en tal o cual proyecto concreto, es una entrada de dinero y además me permite trabajar de modos diferentes, aprender nuevas fórmulas y enriquecer mi trabajo poniéndome nuevos retos delante, pero prefiero hacerlo en proyectos y colaboraciones puntuales que volviendo a estar en la nómina de alguien, al menos mientras pueda evitarlo, prefiero ganar un poco menos de dinero pero en cambio disfrutar de mayor libertad.

Después de todo este tiempo enfrascado en una obra tan extensa en dos tomos, cuyo primer volumen se ha reeditado ahora a la salida de su continuación, con la serie publicándose también en países como Francia e Italia o recibiendo parabienes de colegas tuyos como Paco Roca o Craig Thompson, quien, convencido, escribe “Rubín da un nuevo aliento al cómic como medio, pero también a estos antiguos mitos griegos”, ¿qué cuerpo se le queda a uno a la hora de echar la vista atrás hacia lo realizado?
La verdad es que me siento muy satisfecho, no creo en la falsa modestia y por lo tanto considero que he hecho una buena obra, una obra de la que me siento orgulloso y que espero sirva para abrir nuevos caminos en el medio, ya que creo que no se parece a muchas cosas que hay publicadas por ahí.
Pero ahí empieza y ahí termina; lo siguiente que haga será algo diferente, más difícil, por tanto tengo los pies bien anclados en la tierra y no dejo que halagos o buenas críticas se me suban a la cabeza, yo sé cuáles son mis aciertos y mis errores, y siendo consciente de ambos puedo intentar, en siguientes obras, como he hecho en las anteriores, ir un paso más allá dentro de mi trabajo, ponerme nuevos retos e intentar aportarme a mí mismo cosas nuevas como autor, lo que se traducirá en aportarle también al lector nuevas experiencias, no más de lo mismo.
Y en ello ando, El héroe ya ha terminado para mí, ha sido un viaje largo y duro de cuatro años de duración, gracias al cual he aprendido muchísimo sobre este medio, el cómic, pero ahora, con todo ese terreno conquistado, lo que toca es volver a ponerse manos a la obra, partir de cero de nuevo hacia lo desconocido; evolucionar. Ahora ya solo ocupa mi cabeza la siguiente obra, que debería ser aún mejor que esta. ¡Y allá vamos!